En general, en la zona mediterránea se ha producido
un retroceso del sector primario, que favoreció y aún favorece la emigración.
Pero ocurre además que ese flujo que los hacía salir de la agricultura y de la
pesca tenía terreno abonado. Siempre han salido del campo hacia la ciudad,
porque el sistema campesino, sobre todo en el Mediterráneo, expulsa
periódicamente una serie de miembros del grupo doméstico, al ser ésta la única
forma de que se reproduzcan la vida de los campesinos. Y de alguna manera, en ese
proceso histórico, y también en la dependencia que ha existido en el
Mediterráneo del campo, se ha ido forjando un sentimiento a la emigración, una
tendencia a la emigración de los habitantes de las zonas rurales hacia otras
zonas urbanas.
Las ciudades, son los lugares donde han ido cuando
en el campo ya no se podía vivir. Los flujos migratorios del campo hacia la
ciudad datan de siglos. Y con los pescadores ocurre lo mismo. Los pescadores
del Mediterráneo, donde la pesca siempre ha sido escasa, han estado forzados al
pluriempleo, no todos, pero si muchos sectores dependiendo de la zona. Cuando
no podían pescar se empleaban como jornaleros, o mariscaban o desempeñaban
alguna actividad artesanal ligada al mundo de la pesca.
En definitiva, tanto unos como otros, han estado
acostumbrados a que parte de los miembros de su familia tuvieran que realizar
otras actividades, que no fueran las propias, y en muchas ocasiones y cada vez
más, ligadas al sector terciario y en concreto, en los últimos años, con la importancia
del turismo, es esa actividad la que más mano de obra excedente ha recogido. Y
ello ha supuesto un abandono de actividades tradicionales.
Será después de los años 50 cuando llegue el boom
del turismo[1].
Son los años en los que la clase obrera de los países industriales europeos
conquistan las vacaciones pagadas y el turismo adquiere características
distintas a las de épocas anteriores. Cambia de naturaleza. Sus protagonistas
buscan ahora el sol y la playa. Viajar por placer deja de ser privativo de la
burguesía para extenderse a la clase media y obrera de los países industriales
avanzados. El nuevo negocio se ve manipulado y bombardeado por la propaganda;
el folleto y el anuncio es su horizonte. El turismo surge como símbolo de la
sociedad de consumo. Las zonas turísticas pierden parte de sus atributos
ecológicos tradicionales. Las masas de nuevos turistas tiran la corbata y la
chaqueta y plantan su cuerpo al aire y al sol. El avión y, en general, la
revolución tecnológica de los medios de comunicación dan el gran empujón a este
movimiento de masas del siglo XX.
Ningún otro fenómeno social aventaja al turismo en
su tasa de crecimiento anual, llegando a superar algunos años el 16%. Es tal su
importancia económica que, en 1968, las cifras de producción del turismo
mundial alcanzaron el valor global del aluminio, el plomo, el cobre y el
mineral de hierro. Europa acapara aproximadamente el 75% de las llegadas
internacionales, seguida de EE.UU. con un 15% En el año 89, los turistas
internacionales en el Mediterráneo fueron 140 millones, rondaron los 400
millones en el año 2.000.
[1]
Repasando lo dicho en el Tema 1.2: En el siglo XVIII, cualquier joven inglés
bien educado estaba obligado a viajar por el continente europeo para completar
su educación. A los que hacían este viaje se les llamaba "turistas".
La palabra pasó a Francia de la mano de Stendhal. Para el escritor, turista era
toda persona que hacía un viaje "por gusto". Pero el turista de
aquella época encontraba grandes dificultades para viajar. Los medios de
transporte eran lentos, molestos y, por su coste, sólo las personas acomodadas
tenían posibilidad de utilizarlos. Sería el ferrocarril, posteriormente, el que
daría un mayor impulso al movimiento de personas por motivos turísticos.
Empero, el viajar por placer seguía siendo un lujo sólo al alcance de las
clases más acomodadas. Ya Thomas Cook vislumbraría, a mediados del XIX, el gran
negocio del turismo de masas. Pero aún faltaba que se diera un paso importante
en el desarrollo de los medios de comunicación, y un cambio socioeconómico
cuantitativo en las poblaciones ofertantes de turistas, para que se hiciese
realidad lo imaginado por Cook. Pese al avance del ferrocarril, el turismo
seguía siendo un lujo al alcance de personas de rentas altas. La Costa Azul
francesa se hizo famosa como zona de descanso invernal antes de la Primera
Guerra Mundial y se incrementó, en esa época, el número de clientes de
balnearios y estaciones invernales. Es aún un turismo aristocrático, tranquilo
y para el cual el sol no es el principal atractivo.
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